jueves, 26 de noviembre de 2009
Algunos días no soy yo misma. Porque mi Yo es demasiado oscuro como para que otros puedan verlo, ya demasiadas veces he visto cómo la gente retrocedía al ver esa cara, esas lágrimas, esas comisuras de los labios rozando el suelo. Por eso, a veces me levanto de la cama y me planto frente a la máquina expendedora de caras, de emociones, de disfraces, y me pongo una que pueda llevar a lo largo de la mañana en el cole, de la tarde con algún amigo, de la noche en casa. Para no preocupar, no alarmar, no provocar rechazo.Algunos días, ya digo, no soy yo misma. Y te encontrarás una sonrisa que no es la mía, que no es la que me nace de dentro y hace que mis ojos brillen. O me verás más habladora que de costumbre, sólo para ocultar que no estoy en la conversación, que estoy perdida en mis adentros mientras lleno el silencio con cháchara intrascendente. Otras veces, quizá para esconder un Yo rabioso, enfadado con todo y con todos, y sobre todo conmigo, me pongo la cabeza de niña dulce y solícita, de no haber roto un plato y no saber siquiera cómo hacerlo, de sumisión completa. Y me comeré la rabia, me tragaré el veneno que me carcomerá después por dentro, ácido corrosivo. Pero ni tú ni nadie lo imaginará, porque detrás de mi cara dulce no puede haber un monstruo enrabietado.Algunos días, no muchos tampoco ya, pero algunos... no soy yo misma. Y me disfrazo, escojo una emoción que sea más aceptable que las que realmente llevo por dentro, y me visto con ella para acercarme a ti, al otro, a los demás. Así me muevo durante el día, quitándome la(s) máscara(s) sólo cuando me meto en la cama ya de noche y me arrebujo bajo el edredón. Ahí sí, ahí ya no hay caretas, ahí ya me toca lidiar con mi Yo, me guste o no, porque uno puede enganyar a los que le rodean, pero el autoenganyo no puede durar mucho -y yo llevo conmigo ya muchos anyos-. Y tal vez sea por eso, por la confrontación conmigo misma de cada noche, que muchas mañanas las empiezo derrotada, se me hace un mundo el despertar y levantarme me cuesta una batalla. Aunque horas después, en el colegio y con la emoción falsa elegida ese día ya encima, parezca una más.Pero no lo soy. No puedo serlo, especialmente todo ese puñado de días que, a fuerza de esconderme no me encuentro, que me pierdo, que batallo en silencio cada movimiento... que me pongo una careta y no soy yo misma.
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